El tiempo sigue escapando a nuestra descripción física. No
sabemos bien lo que es pero tiene que haber forma de captarlo. Entender el
ahora da lugar a muchas paradojas que han dejado en jaque a tantísimos
pensadores y científicos a lo largo de la historia.
Habrá que esforzarse intentar distinguir presente pasado y futuro per se, aparte del contexto establecido por la naturaleza y adoptado por el género humano a través de la observación del proceso de transformación de los objetos insertos en el medio en que todos se encuentran. A tal propósito se construyeron los primitivos monumentos, como el de Stonehenge, por ejemplo. Ese fue el inicio de cualquier necesidad de previsión para la supervivencia de nuestro género. A partir del cielo surgirían todas las incertidumbres humanas dando lugar a filosofías y religiones de todo tipo y color que derivarían en culturas de lo más diverso.
Por tanto somos hijos de la incertidumbre de los cielos y quienes conozcan sus secretos mediante los más diversas formas de observación conjugadas con convenciones humanamente necesarias de lo más diverso, detentarán la capacidad de hacer lo más conveniente en el mejor de los momentos. Cuando todo ello permeara las necesidades de nuestra especie, se acabaría convirtiendo en tradición.
La triste contrapartida ha sido el lento y torpe devenir del desarrollo de la inteligencia emocional humana. Más adelante me gustaría escribir, al respecto, el cuentecillo del ermitaño y el gato!