A título personal se trata del mejor discurso político del que tengo noticia, claro que no es sino un simple ejemplo de literatura clásica universal basada en un hecho real histórico. Una obra de WILLIAM SHAKESPEARE, titulada " THE TRAGEDY OF JULIUS CAESAR", dirigida bastante fielmente por Joseph Mankiewicz
El video pertenece a un fragmento de la película de 1963 con el mismo título. Las escasas veces que se me ocurrió escuchar las palabras de algún político no pude evitar recordar esta escena detalladamente explicada en versión original y escrita por mis mentores allá por 1961-62.
Décadas después, cuando se me ocurrió indagar en la naturaleza personal de William Shakespeare, tras considerar lo complicado que debió resultar para un pobre cazador furtivo que acabaría abandonando a su esposa junto a su numerosa prole para seguir su vocación de actor en Londres, por el motivo que fuera, que no es cuestión de entrar o salir ni emitir juicios inútiles al respecto a tiempo pasado, o siglos mediante. Escrito lo cual advierto que en su día no me quedó más remedio que añadir mi opinión a la de tantos que consideraban que la obra literaria de William Shakespeare pertenecía a la de un profundo conocedor del alma humana así como de arquetipos enraizados en sabiduría clásica oculta para su tiempo, más propia de personajes como Sir Francis Bacon, entre otros, que de un simple actor ex cazador furtivo nacido en Stratford upon Avon. Quien quiera que fuera su autor, desde luego pareció basarse en conocimientos de Milton.
A título práctico he aquí el vídeo de la oratoria que tanto admiro y que tanto encuentro a faltar en los zafios políticos de la actualidad. Parece que la evolución humana basada en encontrar la comodidad a cualquier precio como símbolo de modernidad, ya con los dos pies en el terreno de la A. I. o I.A. (Inteligencia Artificial) se ha bifurcado de aquel pasado del que tanto aprendí y en el presente se dirige hacia un futuro que me resultará ajeno, por tanto no quedará más remedio que conformarse con la función bisagra del tiempo presente en el que al menos aún consumimos oxígeno hacia la oxidación definitiva.
DISCURSO DE MARCO ANTONIO (ante el cuerpo ensangrentado de Julio César) Marco Antonio se dirige al pueblo romano congregado en el Foro, llevando en brazos el cadáver de César, apuñalado por los libertadores, encabezados por Casio y Bruto. Los ciudadanos rugen de alegría por la muerte del tirano y abuchean a Marco Antonio, el mejor amigo de Julio César.
"Amigos, romanos, compatriotas, escuchadme: he venido a enterrar a César, no a ensalzarlo. El mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar sepultado con sus huesos. Que así ocurra con César Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado. Por la benevolencia de Bruto y de los demás, pues Bruto es un hombre de honor, como lo son todos, he venido a hablar en el funeral de César. Fue mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Bruto es un hombre honorable. Trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César? Cuando el pobre lloró, César lo consoló. La ambición suele estar hecha de una aleación más dura. Pero Bruto dice que era ambicioso y Bruto es un hombre de honor. Todos visteis que, en las Lupercales, le ofrecí tres veces una corona real, y tres veces la rechazó. ¿Eso era ambición? Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable que Bruto es un hombre de honor. No hablo para desmentir lo que Bruto dijo, sino que estoy aquí para decir lo que sé. 2 Todos le amasteis alguna vez, y no sin razón. ¿Que razón, entonces, os impide ahora hacerle el duelo? ¡Ay, raciocinio te has refugiado entre las bestias, y los hombres han perdido la razón!... Perdonadme. Mi corazón está ahí, en esos despojos fúnebres, con César, y he de detenerme hasta que vuelva en mí... Ayer la palabra de César hubiera prevalecido contra el mundo. Ahora yace ahí y nadie hay lo suficientemente humilde como para reverenciarlo.¡Oh, señores! Si tuviera el propósito de excitar a vuestras mentes y vuestros corazones al motín y a la cólera, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres de honor. No quiero ser injusto con ellos. Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honorables! Pero aquí hay un pergamino con el sello de César. Lo encontré en su gabinete. Es su testamento. Si se hiciera público este testamento que, perdonadme, no tengo intención de leer, irían a besar las heridas de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada sangre. Sí. Suplicarían un cabello suyo como reliquia, y al morir lo mencionaría en su testamento, como un rico legado a su posteridad! Tened paciencia, amigos. No debo leerlo. No es conveniente que sepáis hasta que extremo os amó César. No estáis hechos de madera, no estáis hechos de piedra, sois hombres, y, como hombres, si oís el testamento de César os vais a enfurecer, os vais a volver locos. No es bueno que sepáis que sois sus herederos, pues si lo supierais, podría ocurrir cualquier cosa. Me obligáis a que lea el testamento? En ese caso, formad círculo en torno al cadáver de César, y dejadme mostraros al que hizo el testamento.¿Bajo? ¿Me dais vuestro permiso? 3 Si tenéis lágrimas, preparaos a derramarlas. Todos conocéis este manto. Recuerdo la primera vez que César se lo puso. Era una tarde de verano, en su tienda, el día que venció a los nervos. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved que brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le apuñaló su muy amado Bruto! Y al retirar su maldito acero, observad cómo la sangre de César lo siguió, como si abriera de par en par para cerciorarse si Bruto, malignamente, la hubiera llamado. Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César. ¡Juzgad, oh dioses, con que ternura le amaba César! ¡Ese fue el golpe más cruel de todos, porque cuando el noble César vio que él lo apuñalaba, la ingratitud, más fuerte que las armas de los traidores, lo aniquiló completamente. Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, al pie de la cual se desangró...¡Oh, qué funesta caída, conciudadanos! En aquel momento, yo, y vosotros, y todos, caímos, mientras la sangrienta traición nos sumergía. Ahora lloráis, y me doy cuenta que empezáis a sentir piedad. Esas lágrimas son generosas. Almas compasivas: ¿por qué lloráis, si sólo habéis visto la desgarrada túnica de César? Amigos, queridos amigos: que no sea yo quien os empuje al motín. Los que han consumado esta acción son hombres dignos. Desconozco qué secretos agravios tenían para hacer lo que hicieron. Ellos son sabios y honorables, y no dudo que os darán razones. No he venido, amigos, a excitar vuestras pasiones."